Qué sería de mí inmovilizada en cama y sin libros, ellos me han salvado.
Con reposo obligado después de haber tenido un accidente en que se resiente la columna vertebral,tal cual Frida Khalo. Bueno, su costalazo fue mucho más terrible, se fracturó cinco vértebras de la columna.Ella pasó un montón de años con corsé de hierro, mientras que yo apenas 7 semanas, con corsé ortopédico y una vertebra quebrada. Sobre mis veladores, a falta de pinceles, muchos, muchos libros me han hecho compañía.
Yo volaba, como una mariposa, por esta vida. Pero en un dos por tres, chas, al suelo. Resultó frágil mi cuerpo. Este duro golpe, antes de considerarlo una maldición, hoy lo veo como bendito.
Rápidamente se arrimaron los libros a mis dos veladores. Llegaron también chocolates, para el gusto de mi hija menor. Yo vibré con las flores…
Tener flores cerca, durante el invierno y guardando una cama, es la gloria.
Siempre sorprenden. Puedo destacar tres. Las primeras vinieron de lejos, del otro hemisferio, estas maravillosas calas me calaron profundamente. Las segundas conformaban un ramo de película, eran unas singulares flores blancas y me saludaban con dulzura… Apenas las recibí me puse roja de emoción. Enrojecí, no tanto a causa de quien me las daba, sino porque estas flores me habían sorprendido y parecido deliciosas.
Luego vino el turno de la orquídea gigante, con tonalidades amarillas, tostadas. Tengo un recuerdo vago de Proust, personajes proustianos llevando orquídeas de adorno…Nunca había recibido nada parecido. Son maravillosas, acompañan, alegran. Las instalamos cerca de un cuadro de Ximena Velasco y, en un santiamén, se mimetizaron con él. Las orquídeas están felices en mi casa, se les nota, ya perfuman el ambiente.
Existen más de treinta mil especies de orquídeas en el mundo, asombroso, desde el Himalayas hasta Santiago. Me acordé, durante este elogio floral, de las rosas cultivadas por mi abuelo… rosas de mil tonalidades distintas… acompañarlo a verlas, era genial. Las veíamos abotonadas, ya abiertas y esplendorosas.
A propósito de las flores, me llego el libro “Elizabeth y su Jardín alemán” de Elizabeth von Armin, cualquier mujer o varón puede realmente fascinarse con su lectura. Esta breve novela se publicó en 1898, y generó polémica. Como novela autobiográfica que es, ¡cómo no identificarme con esta mujer que ama la naturaleza y a la cual le palpitan las venas cuando brotan las lilas, esas glorias moradas, cuando el silencio se vive intensamente!
El espacio que tiene descrito como su biblioteca es el terreno neutral en dónde se encuentran todas las noches durante una hora a dialogar. ¿Se imaginan ustedes que esto pueda ocurrir hoy en hogares chilenos?
Elizabeth, fuera de casa, es más feliz. Adentro, se latea. Me permitió volver a mirar mi jardín verle la gracia a los verdes que me acompañan. Flores silvestres en el cerro, no las puedo ver “ by the moment”. Que delicia leer al aire libre, es tan refrescante, gratitud en el alma…y no se tiene miedo a nada.
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