De Málaga recuerdo, sobretodo, el faro de falda blanca, el Mediterráneo. Me pareció una ciudad más provincial, no tan impactante como Córdoba. No las comparo, pero de la magnificencia cordobesa, me vi –tras tomar el Ave– en esta antigua ciudad de Málaga que era más abierta más de puertas afuera que la otra. El trabajar con el famosísimo Pepe García y su equipo, Carmen y José Antonio. Las jornadas, el entusiasmo, la vivacidad, circulando muy buenas fibras.
En Málaga tuve varios encuentros mágicos. María Dolores Gutiérrez, una académica fascinante y de lo más amiga, me llevó a conocer la ciudad, su paseo literario, el Bar de las Chinitas, donde García Lorca todavía es un recuerdo, la Calle Strachan, en fin, el faro de falda blanca. No pude haber tenido más suerte, cuando visitamos el Museo de la Vieja Imprenta del Sur, en torno a la cual giró la Generación del 27, vino a ocurrirme algo. Vamos por parte, la Vieja Imprenta del Sur todavía saca libro nuevos, pero de aire antiguo. Entramos al museo y vimos lo que teníamos que ver. Internándonos, dimos con José Antonio…, quien era el coordinador de este museo y estaba preparando una edición de trescientos ejemplares reservados de una traducción de Manuel Altolaguirre de un fragmento del Paraíso Perdido de Milton. Bueno, José Antonio me vio quedar extasiada con la edición, ¡se sienten las letras sobre el papel! Y zas, me regala a la rápida, entre nosotros, una de las copias, un lujo de libro. Mil Gracias. Mi impresión es que con mi cara dichosa se le abrió el corazón. Nunca pensé recibir esa maravilla. Mil gracias, también a Carmen Gómez, quien fue mi compañera y apoyo en estas jornadas malagueñas, ¡sin tí no habría sido lo mismo! y por supuesto el gran Pepe que estuvo dándome cercanía y apoyo hasta el final. Qué pasarlo mejor!
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