Había una mexicana, Claudia Gabriela Naréja Trujillo, un catalán llamado Jaume Centelles, un francés: Daniel Pennac, un irlandés, Frank McCourt, y, por supuesto, una Chilena, que se hacía llamar Gabriela Mistral. Entonces, todos estaban reunidos en una sala de clase, la mexicana Claudia Nájera, de cara a la biblioteca del aula, pensó: …Pero no imposible, tras lo cual le dijo al catalán Jaume Centelles, que estaba ella de acuerdo con él, respecto a “la biblioteca es el corazón de la escuela”.
Y Jaume repuso, asintiendo con la cabeza y secamente: La biblioteca, el corazón de la escuela.
Daniel Pennac, escuchando estos comentarios, recordando su propia experiencia escolar, se le salió el siguiente título: Chagrin d’Ecole, palabras que, para hacerse entender, tradujo en seguida como Mal de Escuela. Fue entonces cuando Frank McCourt intervino y farbulló el nombre de El Profesor, nombre que le hizo recordar toda una vida. La suya. La chilena Gabriela Mistral guardaba silencio, sentada y de piernas cruzadas, con los ojos abismados, parecía estar mirando el infinito. En otras palabras, ninguno de ellos se conocía personalmente y abundaban, por así decirlo, los monosílabos.
De pronto, caí en la cuenta de que cada uno de los presentes, a excepción de Mistral, decía el título del libro de ellos, los cuales ocupan actualmente mi velador. ¿Querían, cada cual, conversar exclusivamente de su propia obra? No había terminado de hacerme esta pregunta insidiosa, cuando Gabriela Mistral se endereza en su silla y, afinando la voz, dice: Magisterio y Niño. El silencio, tras ello, fue increíblemente intenso.
¿Risas? Tal es el chiste. ¿No era divertido? Depende del cristal por que se lo mire. Personalmente, me pareció comiquísimo que Gabriela Mistral, no obstante su adustez famosa, entrara en el juego y dijera, sin movérsele un pelo, el título del suyo: Magisterio y Niño.
Plop.
Cuento aparte, los libros antedichos me parecieron maravillosos, de una generosidad incalculable.
…Pero no imposible: Bitácora de la transformación de una biblioteca escolar y su entorno (Ed. Océano S.A., Colec. Travesía, Mex., 2008), de Claudia Gabriela Nájera Trujillo, trata del íntimo, muy humano diario que Claudia misma llevara, para fijar penas y alegrías como fundadora de una biblioteca escolar antes inexistente. Es un documento invaluable y, página a página, descubrimos creatividad, llaneza, una excelente voluntad. ¿…Pero no imposible? Vale decir, fue posible.
La Biblioteca, el Corazón de la Escuela (Ed. Octaedro, Barc., 2006).de Jaume Centelles, a quien conozco en persona y que encuentro genial, me pareció un libro hermano del de Claudia Nájera, aunque las condiciones fueran distintas en Chihuahua y en L’Hospitalet (Barcelona). El magisterio que lleva adelante en la escuela Sant Josep-El Pi Jaume es notable, me hace imaginar un caldero hirviendo, del cual salen historias y más historias. La Biblioteca, ¡qué corazón más bullente, más generativo!
En cuanto a los textos de Daniel Pennac y Frank McCourt, opto por considerarlos como un todo de dos cabezas. Todo por economizar palabras. Mal de Escuela y El Profesor, en general, apuntan a lo mismo, esto es, a ver la escuela por dentro, desde el punto de vista del alumno zoquete* (Pennac) y desde el profesor provocador y estimulante (McCourt). Así son dos novelas de vida de lo más creativas y estimulantes; en ambas se aprende y se disfruta mucho. Las experiencias de estos magnos maestros son jardines cultivados, pétalo a pétalo, alumno a alumna hacia el amor a la lectura.
Magisterio y Niño de Gabriela Mistral, es de una obra sutilísima, pertenece por derecho propio al catálogo americano sobre educación. El espíritu del libro es señorial, de un compromiso y sentido realmente loables. Al ser cumbre en materia educativa, a veces, se nos distancia. Pero qué bonito es lo que dice. Palabras que no pierden contemporanidad. Para terminar, copio de esta fuente un fragmento de Magisterio y niño, (Santiago de Chile, 1979):
“Para las que enseñamos:
1. Todo para la escuela; muy poco para nosotras mismas.
2. Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con la actitud, el gesto y la palabra.
3. Vivir las teorías hermosas. Vivir la bondad, la actividad y la honradez profesional.
4. Amenizar la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna, y la relación de cada conocimiento con la vida.
5. Hacer innecesaria la vigilancia de la jefe. En aquella a quien no se vigila, se confía.
6. Hacerse necesaria, volverse indispensable: esa es la manera de conseguir la estabilidad en un empleo.
7. Empecemos, las que enseñemos, por no acudir a los medios espurios para ascender. La carta de recomendación, oficial o no oficial, casi siempre es la muleta para el que no camina bien.
8. Si no realizamos la igualdad y la cultura dentro de la escuela, ¿dónde podrán exigirse estas cosas?
9. La maestra que no lee tiene que ser mala maestra: ha rebajado su profesión al mecanismo de oficio, al no renovarse espiritualmente.”
*Zoquete: m. fam. Persona tarda en comprender. (RAE). Pongo esta nota, porque tal nombre cruza el libro Mal de Escuela y, en Chile, no se usa y desconocía esta acepción.
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