jueves, 21 de agosto de 2008

Libro de oro y libro de amor

Por una razón que me explico en sus parcialmente similares títulos, es que asocio estos dos volúmenes y en situación de compararlos me veo. Uno y otro, a las claras, son libros. Pero el primero va dirigido, pertence a los niños (que son de oro), y el segundo: a quienes les intriga eso que sería el amor...

Adentrémonos, relegando a Libro de Amor, en el de Oro de los Niños. ¡Es un libro fundacional, a decir de Gabriela Mistral, este Libro de Oro! Ella, en el prólogo que le escribió, lo remarca con la simpleza que la caracteriza: “La alegría que aquí van a recibir los muchachos se ha pagado carísimo, en dibujantes, en clisés, en papel especial; el gozo que aquí se ofrece a ellos cuesta lo que un parque inglés para juegos…” O bien, como añade más adelante ella misma: “Me dolerá toda la vida la masa plebeya y necia de dibujos o de cuadros que me dieron como alimento a los ojos […] Haga su camino el libro de bellas imágenes que no tuve la buena fortuna de poseer a los siete años, edad, de puro decisiva, sobrenatural.”

Este libro de oro, entonces, resalta por su calidad gráfica. Las ilustraciones y textos muestran la inocencia del pasado. Hoy en día, esta exaltación de Mistral, por un libro así, no me parece posible, como también imposible me parece que ella elogiara exaltadamente un trabajo editorial de los tiempos presentes! ¡Cuánto se ha avanzado !

El Libro de Oro parece una vaga sombra de lo que, hoy por hoy, se publica: Libro de Amor, por dar un ejemplo. En efecto, este último libro contiene un trabajo visual sorprendente, por sus hojas aparecen las ninfas de Boticcelli, de Rubens, de varios “grandes” de la pintura amorosa, clásica europea. Ante un marco visual tal, lleno de fieles y coloridas reproduciones pictóricas y “detalles” de las mismas, El Libro de Oro de los Niños parece una alpargata vieja. Pero no perdamos las proporciones, estas ediciones se llevan cincuenta y tantos años de diferencia. La una es de 1943 y la otra del 2007.

Sin embargo, cada cual se apoya en dos estilos de ilustración diferentes, siempre en acuerdo a sus medios tecnológicos. El de Oro se alia con la gráfica de vanguardia de su época, el cubismo o algo así, y el de Amor, con la reproducción fotográfica de obras cumbres de la pintura . En otras palabras, el de Oro no trata sino cuanto lo dejan sus propios medios, y así es una obra de lo más bonita y, como dijera Mistral: “La operación consistió en forzar la simplificación, en valorizar el color y recobrar la gracia de los primitivos, que andaba perdida.” Tanta inocencia perdida…
Libro de Amor, por otra parte, no cuenta con halagos tan sublimes, no obstante parecer un libro excelso, de costo de producción altísimo. Además, la demanda editorial pide amor que, parafraseando a Mistral, “anda perdido.”

Pero no por esto, el calce perfecto de Libro de Amor con la sobredemanda amorosa contemporánea, éste no vale, es malo, feo en el fondo, y prescindible. Por el contrario, es un libro precioso, encantador un trabajo que -con el tema del amor como telón de fondo- se da el gusto de ceñirse a una bibliografía extraña, poco taquillera, española a más no poder. De los autores más renombrados que se citan allí será Lope de Vega, Francisco de Quevedo. Pues a Francisco Delicado, Juan Pérez de Moya, es la primera vez que los oigo nombrar. Tal vez por este mismo hecho, el del amor en bocas prácticamente anónimas, es que Libro deAmor se nos hace curioso, interesante. Javier Azpeitía, el antologador en cuestión, con su trabajo ha hecho algo valioso, como el de darle una nueva cara a eso que llamamos amor.


Dicho esto, volvamos al principio. El Libro de Oro de los Niños, que recibió el saludo de dos madres de América, Juana de Ibarburu y Gabriela, es un libro que tiene de todo un poco. La educación de la infancia en aquella época, antes de necesitar un libro para cada cosa, debió de ser una empresa titánica, y no se podía sino intendar cazar cien pájaros de un tiro. Así, el libro de Oro se pasea por cuestiones poéticas y científicas, adivinazas y también mitología. Pensar en una reedición de este pedazo de oro suena a empresa loca. ¿Pero lo será tanto? ¿No es maravilloso percatarse de cómo hemos crecido y, asimismo, cómo lo hacen los libros? Si su reedición resulta absurda, su digitalización, pensando en los medios actuales, vendría como anillo (de oro, por supuesto) al dedo.

1 comentario:

Gabriel Bunster dijo...

No deje de escribir amiga, que sus aportes iluminan este espacio ancho y duradero digital.
Saludos matinales