sábado, 28 de marzo de 2009

Los Silencios de Valparaíso

Por Valparaíso pasó Charles Darwin, durante su vuelta al mundo entre 1831 y 1836. Estamos en el año 2009, han pasado alrededor de 73 años de aquel viaje. El mundo ha dado vueltas y ha cambiado. El Valparaíso de Darwin será diferente del actual. Esto lo digo en comentario de un libro de Luca Novelli: De Viaje con Darwin II, quien personificando a este científico inglés, rehace su vuelta al mundo, con la diferencia de que el mundo, incluido Valparaíso, cambió. Luca Novelli, un Darwin del siglo XXI. Este diario de viaje (Editorial Edelvives, 2007) está lleno de fotos de boletos, de mapas, de dibujos hechos por el mismo Luca Novelli. De Viaje con Darwin II puerta de entrada, ancha y amable, al mundo de la ciencia y, en especial, la observación de un viajero.

Equipo CRA con guía cultural
Pero volvamos a Valparaíso, ya que el equipo del CRA, para enriquecer nuestro mundo cultural y nuestras relaciones como grupo humano y de trabajo, decidimos ir allí. Éramos 11, hacíamos un equipo de fútbol, el equipo CRA con nuestro invitado oficial.. Manuel Peña Muñoz, escritor ya amigo de Página Abierta, sería nuestro guía por los cerros porteños. Un guía de excepción, excepcional. Por mi parte, estaba mentalizada para hacer un paseo por un Valparaíso mágico. Con Manuel como cicerone me esperaba no sé qué recovecos, vericuetos y maravillas. Si Luca Novelli hubiera ido con nosotros, estoy segura que hubiera escrito mejor de Valparaíso, él llama a no confundirse con el nombre, no es ningún paraíso, está bastante sucio. Pese a la basura, nuestro paseo se destacó por el embrujo y fascinación que oculta Valparaíso, y que Manuel Peña Muñoz conoce y sabe mostrar. Un guia excelente,de lujo,lo recomiendo.

¿ Rocas con agua corriendo?
Nuestra primera estación allí fue el barrio del Almendral, donde Joaquín Edwards Bello ambienta su literatura. Respiramos ese aire lleno de energía que cita Luca en su diario, y fuimos por callejuelas empinadas, las casas parecen encaramarse entre sí, el olor del puerto es húmedo, tiene un dejo antiguo, como si el pasado de Valparaíso respirara en sus calles. Visitamos el ascensor Polanco, que para tomarlo se tiene que pasar por un túnel de roca. Lo atravesamos, sentimos el silencio de la roca, agua que cae de sus muros. Tras el ascensor, vimos la bahía de Valparaíso, junto a cerros habitados, mezcla y vista realmente fabulosa.


Después Manuel nos invitó al auto y seguir el tour que nos tenía preparado. Dimos unas vueltas, por entre los cerros, y entramos en un local de venta de automóviles o, mejor dicho, una vulcanización. Lo más curioso de esto fue que, al fondo, había un mural salvaje, todo en sepia, y que describía la historia de Valparaíso: sus troleys, los barcos, el Club Santiago Wanderers, botellas de leche, una poesía de Sara Vial. Guillermo Valdivia es quien hizo este mural: “Primavera del Ayer”. Sus coordenadas son, de acuerdo a la ruta de viaje de Manuel Peña Muñoz, “cruzando la plaza O’Higgins y subiendo luego por Uruguay. Se dobla a la izquierda a media cuadra, deteniéndose en la calle Independencia esquina Retamo”.

Sal, detergente y copas finísimas

De ahí fuimos al almacén El Olivar. Un sueño, vendía detergente, arroz, fósforos y losa Limoges, Van San Lambert, unas finezas. Ningún emporio en el mndo mezcla la cotidianiadda con las antigüedades. Son las libertades, que se toman los que viven en los puertos. Nuestro paseo, después de la visita a la vulcanización y a este almacén, había tomado ribetes especiales, nuestro compañeros CRA estaban, según me pareció, felizmente sorprendidos del recorrido,. Después de eso, al Teatro Mauri donde vimos el Mall del Teatro Mauri, obra impresentanble del consumo, demasiado fuera de lugar. Pienso que sería bueno restaurarlo y hacer volver a vivir el verdadero Teatro Mauri, valga la redundancia, un teatro o algo cultural, no un espacio para el consumismo, es como un sacrilegio.

http://farm4.s A esa hora … ya nos sonaban las tripas, por así decirlo. Pero antes de almorzar en el Gato Tuerto, siempre recorriendo, subimos por el ascensor Espíritu Santo y, arriba, entramos al Museo a Cielo Abierto, me traje como recuerdo "al paso" una imagen del arte de Matilde Pérez, muy cinético y pulcro, abstracto. Al rato, estábamos en el Gato Tuerto, restaurant dentro la Fundación Valparaíso. Comimos muy bien. Nos restauramos…

Silencios profundos deliciosos, un regalo

De allí nos dirigimos al Mirador Chopin- No sé por qué razón, en este musical mirador, se me hizo silencio, sentí los silencios de Valparaíso, ciudad sonante. Emocionante
En cerro alegre (que fue por donde continuó el paseo) no nos sentimos tristes. Por el contrario, pasamos por la biblioteca Libro Alegre, de Ann Hansen, danesa, cuya biblioteca es una alegría, un puro amor, un espacio ganado para infancia, la juventud… para la imaginación.
Dando vueltas por este mundo en miniatura que es Valparaíso, cuajada la tarde, fuimos a la casa del pintor Thomas Sommerscales, ahora residencial y, a su vez, cafetería. El aroma extranjero era intenso. Obvio, si yo quisiera alojar y viniese a conocer tomaría una de las piezas. Un gran gusto. Bueno, tomamos té, acojedorísima la casa, era como entrar en una casa de esos tiempos, ¿nadie vio al fantasma de Sommerscales? ni tampoco su paleta de colores...

Serían las cinco o seis de la tarde, era hora de volver. En la vuelta a Santiago, Manuel Peña, agotado, echó su cabeza sobre mi hombro, como diciéndome “trabajo bien hecho”. Por mi parte, estaba contenta del paseo y creo que él, todos nosotros entusiastas chicos y chicas CRA también, bromeamos casi todo el camino. Valparaíso mítico, por donde aún erran, aunque con otros nombres, el Ocarina Humana y la Flor del Lago, Oscar Gerri y su esposa, ambos eternamente de blancoComo dice Luca Novalli: “Valparaíso tiene, seguramente, una personalidad arrolladora, ganas de redimirse y una energía que se respira en el aire”. En otras palabras, “no se puede vivir sin recorrerlo".

sábado, 7 de marzo de 2009

TIEMPO EXCLUSIVO PARA LEER A LA SOMBRA O PLENO SOL!!

El sol intenso, las vacaciones, los libros de verano. África nos recuerda el calor que aquí, en Santiago, hay de sobra. No sé si empujada por este clima, el punto es que, entre mis lecturas veraniegas, estuvo El Africano de J.M.G. Le Clézio,premio Nobel 2008. Es autobiográfico, es sobretodo el encuentro de Le Clézio y su niñez y juventud en África, donde su padre trabajó como médico alrededor de 20 años. El tema de la memoria revolotea estas páginas, la vida de su familia allá. Le Clézio exprime el fruto de esta experiencia, con sabor a guayaba y, también, amargo. “Recuerdo que al final de su vida me dijo una vez que si volviera a empezar no sería médico, sino veterinario, porque los animales eran los únicos que aceptaban su sufrimiento.” Es una aproximación, sutil y precisa, a esta África que yo apenas conozco.

Después está Patrick Modiano, autor “que lo sigo”, con En el Café de la Juventud perdida. En este libro también revolotea el tema de la memoria, pues Louki, la protagonista, es recordada por quien cuenta la historia, cuando todos ellos tenían menos de 30 años. Los relatos con este tema son como aguas mansas, donde se ve como a través de un vidrio empañando, sentada Louki en el café Le Condé, al fondo, pasando inadvertida.

Respecto a El Tigre Blanco de Aravind Adiga, éste capturó toda mi atención, literalmente me lo devoré. Es que me gustan las historias con tintas irónicas. gran ritmo: el chofer de un empresario, el chofer que se hace empresario habiendo aprendido la formas, sin escrúpulos, de actuar de su jefe. Además del ritmo, está llena de chisporroteos, de ingenio: “Yo no me considero un pensador original, sino que sólo un oyente original.” O: “Ellos permanecen esclavos porque son incapaces de ver lo que es la belleza en el mundo”.

Antes de terminar el verano, leímos a dúo (con mi hija Magda), cada una con su propio libro (y dedicados!) Cuentos Reunidos de Gonzalo Contreras, muy dedicada edición, muy al tono con la escritura de este gran escritor, prosa prolija, directa, de escenas realistas, como si fueran de hueso, en este orden, de hueso, sangre, piel y ropaHay un hielo, un frío diamante, un corazón a la siga de estos cuentos que, por su densidad y claridad, cada uno es un universo en sí mismo.

Finalmente, en un santiamen ambas lectoras (madre e hija) leímos El gran canario de de Zach Helm. Fue divertido lo comencé una noche después de comida, me quedaban unas 30 páginas y mi hija entra mi pieza y me pregunta "¿tienes algo entretenido para leer? No puedo dormirme" No me quedó otra alternativa que entregárselo generosamente.(...de verdad, no lo quería soltar!). En la mañana ella soñolienta me comentó, que se lo había leído completo en la noche. Por lo tanto, lo terminé y pudimos hablar sobre el libro, sus personajes, su enrarecido y cruel mundo. Un libro fuerte, actual, hace mucho tiempo que no leía teatro y éste vale la pena, te lleva por los caminos insospechados de los seres humanos.