Con la enciclopedia familiar, que la usaba mi abuelo Fred, tenía una cuenta pendiente. Estaba a mal traer, y por más que quería restaurarla no lo hacía. Alrededor de tres años quise su restauración, pensando: “Pobre Encyclopaedia Britannica, 1911, lomos descascarados, portadas sueltas; tengo y debo restaurarte.” (Esta décimo primera edición es prácticamente un libro de culto, el cultivado Borges la apreciaba y decía (se dice) que dormía con ella. Sus volúmenes son flexibles; su carcaza no es rígida; cuentan con una plasticidad fuera de serie (gamuza finísima y papel de biblia, laminada en oro!!! ). Y su contenido, habiendo servido de almohada a Borges, está de sobra garantizado. No es punta de lanza del conocimiento, pero es, sin dudas, un excelente mango...) me pregunto si Borges la usaba como almohada, a lo mejor directamente el conocimiento se conectaba con su cerebro. Bueno hay que leer la obra borgeana, para entender que esta Enciclopedia le sirvió como un gran mentor intelectual, tanta sabiduría...
El caso es que mi hijo Diego, al tanto del estado de estas maravillas y mi intención, llegó un día y me dijo: “Conozco quien te la arregla, y muy barato.” Traté de echar pie atrás, este libro se merecía un cuidadosísimo trato, pero Diego me insistía y dije veamos. A la semana me mostró el lomo de un tomo restablecido, en cuero parecido al original; las costuras estaban bien. Yo ya estaba entregada, era de esperar que la impresión de los títulos en dorado, así como el armado o empaste del libro quedara parecido al original. ¡Rogaba a mis antepasados! Después, Diego me pasó el presupuesto: 50% por ciento por adelantado, para materiales y anexos. (Era como gastar en una verdadera operación de cirugia estética...!!!!!!) Consciente del gran costo y que los trabajos pueden atrasarse indefinidamente, puse como fecha de entrega una fecha simbólica, el pasado 23 de abril, Día Internacional del Libro.
Cada cierto tiempo le preguntaba a Diego como iba el asunto, "con el doctor de tomos" y él siempre me decía que iba. Temía pero confiaba. ¿En qué tomo estará trabajando?, ¿o estará leyéndola?
Llegó el Día Internacional del Libro. Con el movimiento que implica para mí tal día, apenas se me cruzó por la mente que al volver del trabajo tendría nuevas emociones. Una rejuvenecida Encyclopaedia me esperaba …muy emocionante. La restauración la encontré terminada: los títulos en dorado, los lomos cosidos a las cubiertas, todo dejaba entrever un cuidado trabajo artesanal. ¡Mis súplicas habían sido escuchadas!
La historia de su restauración, para mí, no fue un enigma. Ya que de tanto en tanto le pedía a Diego me contara de sus entretelones: Roberto Castro, 74 años,
gran parte de su vida ha estado ligada a los libros, ya como editor popular (Editorial Quimantú, Ediciones la otra Cultura, Ediciones Luciérnaga), ya como escritor (El Salario del Temor, una Interrogante, etc.). Autodidacta de profesión, es decir, educado fundamentalmente por los libros.
El restaurador comenta: “Al encontrar un libro dañado, me nacen inmediatamente deseos por repararlo. Como curar a un perrito herido, esa es la necesidad que yo siento al ver un libro maltrecho”
En relación a la restauración de la enciclopedia, un punto interesante es que la impresión en dorado y sobre cuero está en desuso. “La gente no se atreve a aceptar desafíos, todos querían hacer el trabajo en vinilo (cuero sintético), que es lo que dominan.” Don Roberto tuvo que buscar un socio que aceptara el desafío, Luis Jérez, gráfico de toda una vida, quien tenía sus años, felizmente “estaba superado el escollo mayor”, ya que el armado del cada volúmen depende única y exclusivamente del oficio.
En líneas generales, la restauración de libros, de acuerdo al avance del libro digital, parece –a primera vista– un oficio en decadencia. Roberto Castro comenta al respecto: “Es posible que el libro pierda importancia. Las nuevas tecnologías van a terminar superándolo. Todo tiene que desaparecer, ser reemplazado por algo nuevo. Es natural. En esta situación actual –continúa él–, la restauración para mí cobra mucha más importancia, es rescatar un vehículo de la cultura, sin el cual, por lo demás, no se hubiera llegado a esto otro.”
– ¿Qué es lo que le queda, Roberto, de este trabajo?
– Satisfacción: por mis manos pasó esto y yo ayudé a que se mantenga vivo.
Por mi parte, estoy feliz de haber hecho la gran inversión de mi vida como “librarian“, ya que disfrutaré con mi nueva/antigua enciclopedia y pienso que mis nietos, bisnietos y tataranietos podrán leer en los años 2119, los mejores artículos del conocimiento humano junto a unas ilustraciones que no se encuentran sino solo en esta maravillosa obra. …y también Borges debe estar feliz, es mi amigo….podremos dormir y en nuestros sueños encontrarnos con maravillosos laberintos, ”con el ímpetu del tren, a cielo abierto“
Buena Connie; si llego a estar en tu casa no olvidemos que me muestres esa colección restaurada.
ResponderEliminarQue emociones saltan de estos libros antiguos, parte de tu historia, parte de la historia.
Lo que más irradias es la pasión por leer, por sumirse en los mundos en los libros esperando, mundos muchas veces maravillosos.
Solo falta que en la forma de un comentario aquí mismo, dejes los teléfonos o direcciones de los super artesanos a que haces referencia.
Un cordial saludo