Una buena amiga mía Angélica Edwards, me prestó un libro que a su vez se lo había prestado a ella, Cristián Warnken, o sea dos lectores anteriores. La condición no fue dicha pero el general, los libros prestados a terceras manos, sin decirlo te llevan a devolverlo pronto. “ En lo ajeno, reina la desgracia” dicen y uno anda media “espirituada”. Se fue ya de mis manos, y quiero tenerlo de nuevo. Buen libro del colombiano Abad Faciolince, además de leérselo de un run, uno quisiera volver a él, pero a través de otros, es decir que mis hijos pudieran leerlo y así poder comentar con cada uno de ellos, conversar sobre algunos episodios impresionantes de la vida de su padre, un profesor universitario que fue muerto, muerto a sangre fría en el año 1987. En una palabra: Violencia
“Vivir para contarlo” de Héctor Abad Faciolince, es un testimonio escrito por su hijo que invita a preguntarnos por los sentimientos más hondos que se juegan en la vida familiar, en el marco de las hondas preocupaciones de la sociedad colombiana. Historia para llorar a mares y reírse con ganas. Talvez, muchos papás chilenos podrían ir a estas lindas páginas que entregan un sinnúmero de buenos consejos y entrelineas, “el mejor método de la educación es la felicidad “, repetía su papá. Creía firmemente que mimando a destajo a los hijos éstos, serían muy felices y buenos. Amor sin límites, consentido. Regalonear hasta el cansancio, ya que si la vida posterior a la infancia querámoslo o no si va a ser dura y difícil. El cimiento besuqueador no tiene precio, en la vida de adulto. Su regaloneo incluía hasta lecturas muy emotivas en voz alta ¿ Se imaginan a un padre chileno leyendo a sus hijos una tarde cualquiera el cuento de Oscar Wilde “El Ruiseñor y la Rosa”?
Relación Padre- Hijo
El conocimiento mutuo entre los hijos y los padres es notable. Se conocen, por tanto el respeto es total. El papá tenía dos posibilidades al llegar después del trabajo, dice el autor: “de mal genio, o de buen genio. Si llegaba de buen genio, lo cual ocurría casi siempre, pues era una persona casi siempre feliz. Desde que entraba se oían sus maravillas, estruendosas carcajadas, como campanadas de risa y de alegría. Nos llamaba a los gritos a mis hermanos y a mí, todos salíamos a recibir sus besos excesivos, sus frases exageradas, sus piropos hiperbólicos y sus abrazos largos. Si en cambio llegaba de mal genio, entraba en silencio y se encerraba furtivamente en la biblioteca, ponía música clásica a todo volumen y se sentaba a leer en sillón reclinable, con la puerta cerrada con seguro. Al cabo de una o dos horas de misteriosa alquimia (la biblioteca era el cuarto de las transformaciones), ese papá que había llegado malencarado gris, oscuro, volvía a salir radiante, feliz. La lectura y la música clásica le devolvían la alegría, las carcajadas y las ganas de abrazarnos y de hablar”.
El autor como hijo, al hablar del padre, pues claro aparece también una mamá amorosa, hermanas y toda esta atmósfera te lleva a revivir nostalgias familiares. ¿Con qué te quedas cuando mueren tus padres?, ¿Cuáles son las perdidas verdaderas de esta única relación? ¿Cómo se vive o se recuerda nuestra niñez? Las fuerzas narradas en la historia del noble doctor, (experto en el campo de la salud pública), son los verdaderos miedos, abandonos, atropellos, que felizmente son equilibrados con tanta ternura, delicadeza y rectitud. Noble padre, noble hijo. Valiosos ambos.
viernes, 29 de agosto de 2008
martes, 26 de agosto de 2008
Bibliotecaria a bordo ¡ Un éxito !
Fui a Brasilia de manera relámpago, capital del Brazil, perdón de Brasil. Es mucha la influencia angloparlante, tanta, que siempre dudamos de si Brasil se escribe con z o con s. ¿Y Brasilia, siendo tan moderna y modelo, se anota con s o con z? Cuento aparte, Brasilia me pareció una ciudad del futuro. Niemeyer, su arquitecto particular prácticamente, sólo tendría autos en la cabeza, autos, edificios y, sobretodo, carreteras. Sus enormes edificaciones determinan a su antojo la explanada. Me sentí, una vez allí, más pequeña de lo que ya, según la huincha de medir de mi hija, soy. No, Brasilia es impresionante. El arquitecto se inspiró en un avión, ojalá quienes no hayan conocido esta ciudad puedan alcanzar a visitar la magnífica exposición de su obra en el Museo Nacional de Bellas Artes. Un volado con peso este Niemayer.
Por lo demás, ¿qué es lo que hacía esta bibliotecaria en dichas latitudes? Viajaba como bibliotecaria, en esta simpática condición, y venía a participar de un Forum relativo a la lectura en la escuela, patrocinado por los Ministerios de Educación y de Cultura de este impresionante país. Las peripecias que tuve que hacer para llegar son para contarlas. Lo primero que me ocurrió, ocurrió en el aeropuerto de Santiago de Chile. Llevaba una carga súper-pesada. ¿Qué era lo que llevaba? Pues un saco de libros, ese que suelo llevar, esa mini biblioteca que me acompaña en mis salidas a terreno, esa ruma de libros que es el perfecto material de apoyo de para una bibliotecaria, en promoción de la lectura. “No, sra., esa maleta, ese bulto excede nuestra medidas, no podrá acompañarla.” Yo no podía aceptar las condiciones de la aerolínea, no podía ser, tenía que hacer algo. Sin ella me quedaba, por así decirlo, sin huesos. Hablé amorosamente y no hubo caso.
Subí la última al avión y quienes me miraron pensaron que la pasajera más bien era una mula “cargadísima de libros”, ya avisaba de los contratiempos simpáticos que, en los viajes, abundan. Después de recibir ayuda para poner los libros donde se guarda el equipaje de mano, los dejé ordenaditos como si fuera una estantería…si se movían y se zangoloteaban no había problema… Cabe decir que una bibliotecaria en vuelo debe seguir trabajando y OH que grata sorpresa tuve tres préstamos durante el vuelo, lo consideré un éxito total. La tendenitis de mi hombro, tendrá que entender que así es la cosa con esta mujer bibliotecaria, hasta en las nubes se fomenta la lectura!!!
Hice escala en Sao Paulo era el I de Agosto, y otra vez el ojo de águila del personal a cargo se fijó en mí. Por motivos que ignoro mi nombre no estaba correctamente escrito en el boleto, porque salía Constanza Martínez siendo que yo soy Mekis. “Sra., con ese nombre, que no se iguala al de su célula, no puede hacer el transbordo, y Brazilia (sic) está lejos para ud.” Yo me tomé la cabeza y, por poco, me arranqué los pelos. “Sr., estoy con apuro, me esperan allí, es una equivocación, déjenme embarcarme, miren, si su propio estado es quien me convidó, etc.” Después de un mínimo rato, las autoridades reunidas por mi causa, se deciden y liberan el paso. Ya volaba yo en dirección a Brazilia, digo, Brasilia.
Llegué y, como saben, me impresionó la ciudad; el viento que, a los pies del hotel-edificio que me hospedaría, corría inusitadamente fuerte y por cantidades industriales. Lo que recuerdo es porque me hubo de impresionar; los detalles del viaje afloran cuando quieren, agazapados aún de toda divulgación y comentario. Así, como cogida por una ráfaga tremenda de viento, me vi ya en el Forum. Mi turno se avecinaba, y los conferencistas que me antecedían, por su calidad y sapiencia, me cohibían. Al decir de la concurrencia, mi presentación en tierras cariocas fue bonita, lúdica, creativa. Muy visual la hice, ya que no hablo portugués. Las imágenes, como la música y el murmullo, son de lo más universales.
Además, la promoción de la lectura se salpimienta con el entusiasmo lector, y éste se transmite especialmente de corazón a corazón. Un brasileño, uno de aquellos que me antecedieron, era de una precisión filosófica o científica; y fue él mismo quien rescato el carácter de mi performance, en nombre de la complementariedad que resulto de nuestro conjunto. Así de amplio, así de angosto, es el mundo. Es fabuloso ver que, disímiles modos de expresión, pueden enriquecer la perspectiva. José Castillo y Jeannete Beauchamp, tienen en sus manos un mega programa nacional de lectura, PNL suerte para ellos y gracias por la invitación.
Por lo demás, ¿qué es lo que hacía esta bibliotecaria en dichas latitudes? Viajaba como bibliotecaria, en esta simpática condición, y venía a participar de un Forum relativo a la lectura en la escuela, patrocinado por los Ministerios de Educación y de Cultura de este impresionante país. Las peripecias que tuve que hacer para llegar son para contarlas. Lo primero que me ocurrió, ocurrió en el aeropuerto de Santiago de Chile. Llevaba una carga súper-pesada. ¿Qué era lo que llevaba? Pues un saco de libros, ese que suelo llevar, esa mini biblioteca que me acompaña en mis salidas a terreno, esa ruma de libros que es el perfecto material de apoyo de para una bibliotecaria, en promoción de la lectura. “No, sra., esa maleta, ese bulto excede nuestra medidas, no podrá acompañarla.” Yo no podía aceptar las condiciones de la aerolínea, no podía ser, tenía que hacer algo. Sin ella me quedaba, por así decirlo, sin huesos. Hablé amorosamente y no hubo caso.
Subí la última al avión y quienes me miraron pensaron que la pasajera más bien era una mula “cargadísima de libros”, ya avisaba de los contratiempos simpáticos que, en los viajes, abundan. Después de recibir ayuda para poner los libros donde se guarda el equipaje de mano, los dejé ordenaditos como si fuera una estantería…si se movían y se zangoloteaban no había problema… Cabe decir que una bibliotecaria en vuelo debe seguir trabajando y OH que grata sorpresa tuve tres préstamos durante el vuelo, lo consideré un éxito total. La tendenitis de mi hombro, tendrá que entender que así es la cosa con esta mujer bibliotecaria, hasta en las nubes se fomenta la lectura!!!
Hice escala en Sao Paulo era el I de Agosto, y otra vez el ojo de águila del personal a cargo se fijó en mí. Por motivos que ignoro mi nombre no estaba correctamente escrito en el boleto, porque salía Constanza Martínez siendo que yo soy Mekis. “Sra., con ese nombre, que no se iguala al de su célula, no puede hacer el transbordo, y Brazilia (sic) está lejos para ud.” Yo me tomé la cabeza y, por poco, me arranqué los pelos. “Sr., estoy con apuro, me esperan allí, es una equivocación, déjenme embarcarme, miren, si su propio estado es quien me convidó, etc.” Después de un mínimo rato, las autoridades reunidas por mi causa, se deciden y liberan el paso. Ya volaba yo en dirección a Brazilia, digo, Brasilia.
Llegué y, como saben, me impresionó la ciudad; el viento que, a los pies del hotel-edificio que me hospedaría, corría inusitadamente fuerte y por cantidades industriales. Lo que recuerdo es porque me hubo de impresionar; los detalles del viaje afloran cuando quieren, agazapados aún de toda divulgación y comentario. Así, como cogida por una ráfaga tremenda de viento, me vi ya en el Forum. Mi turno se avecinaba, y los conferencistas que me antecedían, por su calidad y sapiencia, me cohibían. Al decir de la concurrencia, mi presentación en tierras cariocas fue bonita, lúdica, creativa. Muy visual la hice, ya que no hablo portugués. Las imágenes, como la música y el murmullo, son de lo más universales.
Además, la promoción de la lectura se salpimienta con el entusiasmo lector, y éste se transmite especialmente de corazón a corazón. Un brasileño, uno de aquellos que me antecedieron, era de una precisión filosófica o científica; y fue él mismo quien rescato el carácter de mi performance, en nombre de la complementariedad que resulto de nuestro conjunto. Así de amplio, así de angosto, es el mundo. Es fabuloso ver que, disímiles modos de expresión, pueden enriquecer la perspectiva. José Castillo y Jeannete Beauchamp, tienen en sus manos un mega programa nacional de lectura, PNL suerte para ellos y gracias por la invitación.
domingo, 24 de agosto de 2008
Punto sobre la i...
Pta. Arenas y ¡qué frío sentí! Por lo demás, puntarenens@s, ¡qué cálid@s fueron conmigo! Dos sensaciones para empezar: el aterimiento que me provocó el entorno y la calidez con que me recibieron Uds. Y así el frío fue lo de menos, gracias al calor humano recibido. Calor humano como quien dice Desanka, la directora con quien, a ojos vista, me entendí en los medios y los fines de nuestra labor, que entre más cariñosa y humana; mejor.
Me salto aquí las ineludibles anécdotas del vuelo para llegar allí. En Brasilia tendré mi cuota. En Pta. Arenas, entonces, vine a colaborar, en nombre del CRA, con mis colegas, es decir, quienes tratan y hacen que la enseñanza y la vida florezca bajo luces más policromas. No me quiero, sin embargo, poner en onda sermón; todas nosotras sabemos dónde aprieta más venturosamente la alegría. Pta. Arenas, no de arenas movedizas en el sentido de tragadoras de quienesquiera, sino de arenas en el sentido de inquietas, ávidas de saber, de arenas como personas con el gusto de dar con nuevos horizontes para su tarea cotidiana. Bueno, este encuentro fue el soñado: se abrió el diálogo y el ente organizador no pecó de desorganización, todo un ejemplo.
No entiendo por qué hablé primero de Pta. Arenas, siendo que fue la segunda y última parada que di en este viaje express al Sur, en cuanto yo vivo en Santiago. Seguramente fue porque Punta Arenas fue lo último y, por ende, su visita la tengo más a flor de piel. ¡Y cuánto me encanta el cementerio puntarenense, ( espara mi gusto el cementerio mas bello del planeta tierra) cómo desde allí se ve el mar, el cielo y la tierra tan inmensos y juntos! En verdad, esta es una postal de fijo, una fotografía (que no tomé) maravillosa. Pero volvamos a Osorno, volvamos a lo vivido antes de eso. En Osorno –me repito– el encuentro multidisciplinar y educacional fue el soñado: se abrió el diálogo, se pusieron puntos sobre las íes, puntos que solemos olvidar.
Respecto al comité organizador, sólo aplausos y gracias de mi parte. El rector de la Universidad Santo Tomás, más allá del parentesco que descubrimos, fue de lo más solícito con todos nosotros, que éramos tantos y tantas. Su nombre es Lupercio Vásquez, y coincidimos en el apellido Martínez... la gestora de esta jornada fue Victoria Peni, directora del Centro Lector Osorno, la labor de Peni vale la pena conocer. Un portento dinámico en el campo de la lectura y las bibliotecas, un referente válido.
Por último, quisiera destacar la presencia de uno de los panelistas, Felipe Alliende, ( experto en lenguaje, miembro de la Real Academia de la Lengua Española) quien me lo dan como pretendiente, pues es viudo y yo sola y con hijos. Digamos que son bromas estas, humorías que rondan. Pero el piropo que le hago aquí a Felipe más tiene que ver con cuestiones educativas y pedagógicas, que con asuntos personales. Felipe Alliende es un hombre de una vocación por la enseñanza a todo dar. Su mensaje es límpido, tan límpido que lo recuerdo desde hace 25
años +/- , cuando era una aprendiz.
Su mensaje es este: que el acento o el punto sobre la i no está en el currículum o la malla de estudios, sino en el trato entre educador y educando, en enterarse de quién tenemos delante y hacer desde allí, horizontalmente y con el debido respeto. Al final de nuestras presentaciones, Felipe me halagó diciéndome que mi puesta en escena y la suya iban, “nos complementamos” me dijo seriamente. Yo digo aunque por distintas veredas, hacia un mismo norte.
Me salto aquí las ineludibles anécdotas del vuelo para llegar allí. En Brasilia tendré mi cuota. En Pta. Arenas, entonces, vine a colaborar, en nombre del CRA, con mis colegas, es decir, quienes tratan y hacen que la enseñanza y la vida florezca bajo luces más policromas. No me quiero, sin embargo, poner en onda sermón; todas nosotras sabemos dónde aprieta más venturosamente la alegría. Pta. Arenas, no de arenas movedizas en el sentido de tragadoras de quienesquiera, sino de arenas en el sentido de inquietas, ávidas de saber, de arenas como personas con el gusto de dar con nuevos horizontes para su tarea cotidiana. Bueno, este encuentro fue el soñado: se abrió el diálogo y el ente organizador no pecó de desorganización, todo un ejemplo.
No entiendo por qué hablé primero de Pta. Arenas, siendo que fue la segunda y última parada que di en este viaje express al Sur, en cuanto yo vivo en Santiago. Seguramente fue porque Punta Arenas fue lo último y, por ende, su visita la tengo más a flor de piel. ¡Y cuánto me encanta el cementerio puntarenense, ( espara mi gusto el cementerio mas bello del planeta tierra) cómo desde allí se ve el mar, el cielo y la tierra tan inmensos y juntos! En verdad, esta es una postal de fijo, una fotografía (que no tomé) maravillosa. Pero volvamos a Osorno, volvamos a lo vivido antes de eso. En Osorno –me repito– el encuentro multidisciplinar y educacional fue el soñado: se abrió el diálogo, se pusieron puntos sobre las íes, puntos que solemos olvidar.
Respecto al comité organizador, sólo aplausos y gracias de mi parte. El rector de la Universidad Santo Tomás, más allá del parentesco que descubrimos, fue de lo más solícito con todos nosotros, que éramos tantos y tantas. Su nombre es Lupercio Vásquez, y coincidimos en el apellido Martínez... la gestora de esta jornada fue Victoria Peni, directora del Centro Lector Osorno, la labor de Peni vale la pena conocer. Un portento dinámico en el campo de la lectura y las bibliotecas, un referente válido.
Por último, quisiera destacar la presencia de uno de los panelistas, Felipe Alliende, ( experto en lenguaje, miembro de la Real Academia de la Lengua Española) quien me lo dan como pretendiente, pues es viudo y yo sola y con hijos. Digamos que son bromas estas, humorías que rondan. Pero el piropo que le hago aquí a Felipe más tiene que ver con cuestiones educativas y pedagógicas, que con asuntos personales. Felipe Alliende es un hombre de una vocación por la enseñanza a todo dar. Su mensaje es límpido, tan límpido que lo recuerdo desde hace 25
años +/- , cuando era una aprendiz.
Su mensaje es este: que el acento o el punto sobre la i no está en el currículum o la malla de estudios, sino en el trato entre educador y educando, en enterarse de quién tenemos delante y hacer desde allí, horizontalmente y con el debido respeto. Al final de nuestras presentaciones, Felipe me halagó diciéndome que mi puesta en escena y la suya iban, “nos complementamos” me dijo seriamente. Yo digo aunque por distintas veredas, hacia un mismo norte.
viernes, 22 de agosto de 2008
Leyendo galopando... Why not ?
México, cuna de imaginaciones y ataúd de pasiones inmortales. México lindo. Esta novela de mi amigo Naro, amigo de un día increíble pasado (por azar o coincidencia) en la Lisboa “de mil años”, es una novela imaginativa a rabiar, donde vida y muerte se enredan, como el ovillo de lana que Misifus enredara. "El Orden Infinito" de Rodolfo Naro, (finalista Premio Planeta) la encontré cual un mural gigantesco, un mural hecho de palabras, uno en que se pintan mil y mil sucesos, México como un desordenado orden, si cabe decirse. Es una novela que transcurre en Analco, pueblo sin aparición en ningún mapa. Analco como quien dice Comala o la Ciudad de Los Césares. En fin, en este pueblo de Naro la vida toma ribetes insólitos, ribetes del porte de este planeta, como ingresar a las lecturas de los grandes muralistas mexicanos tales como Rivera, Siqueiros, Tamayo y Orozco.
Durante su lectura me dije asombrada: esto es mucho, es demasiado. La muerte bailaba por todas partes, la santidad allí era un exceso; Sor Matea, sor que, así como Analco, no la encontraremos sino allí, en ese orden desbordante que, Rodolfo, echaste a andar como quien suelta un cargado coche de feria cero abajo. El Orden Infinito, lo recalco para recomendarlo, es una novela de “agárrense”. Su comparación con el Pedro Páramo de Juan Rulfo, de Analco con Comala, es inevitable. Y el Orden éste, sin embargo, permanece en pie, justificando la fecundidad imaginativa de este Mexico, padrísimo.
De niña en mi casa siempre me acompañaron rancheras, era la música doméstica que trataba de “domesticarnos” a mí y a mis nueve hermanos por lo tanto leer estas páginas, me permitió también bailar con mi infancia, huy uyui ...los muertos, los presos, la Adelita que se iba con otro, el cucurucucu paloma, lagrimas, muchos disparos…fuerzas vivas que me hicieron un buena elongación para montarme y galopar sin caerme de esta escritura con tantas cicatrices. Fascinante su lectura, ojo que teminó el libro y nadie me vino a matar, a ajusticiar…estoy feliz vivita y coliando.
Para más detalle, es significativo que, en el principio del Orden éste, una mujer fuera la voz, voz que se reparte y reúne según el bypass de la narración naroense, voz feminina que se reparte en hombres y mundo. La mujer, el útero de la memoria. Sí, El Orden Infinito es el pre-parto, lo viscoso, ese crecimiento que empezamos de golpe. ¿Es que siempre llegamos al mundo en la mitad de la película?
Durante su lectura me dije asombrada: esto es mucho, es demasiado. La muerte bailaba por todas partes, la santidad allí era un exceso; Sor Matea, sor que, así como Analco, no la encontraremos sino allí, en ese orden desbordante que, Rodolfo, echaste a andar como quien suelta un cargado coche de feria cero abajo. El Orden Infinito, lo recalco para recomendarlo, es una novela de “agárrense”. Su comparación con el Pedro Páramo de Juan Rulfo, de Analco con Comala, es inevitable. Y el Orden éste, sin embargo, permanece en pie, justificando la fecundidad imaginativa de este Mexico, padrísimo.
De niña en mi casa siempre me acompañaron rancheras, era la música doméstica que trataba de “domesticarnos” a mí y a mis nueve hermanos por lo tanto leer estas páginas, me permitió también bailar con mi infancia, huy uyui ...los muertos, los presos, la Adelita que se iba con otro, el cucurucucu paloma, lagrimas, muchos disparos…fuerzas vivas que me hicieron un buena elongación para montarme y galopar sin caerme de esta escritura con tantas cicatrices. Fascinante su lectura, ojo que teminó el libro y nadie me vino a matar, a ajusticiar…estoy feliz vivita y coliando.
Para más detalle, es significativo que, en el principio del Orden éste, una mujer fuera la voz, voz que se reparte y reúne según el bypass de la narración naroense, voz feminina que se reparte en hombres y mundo. La mujer, el útero de la memoria. Sí, El Orden Infinito es el pre-parto, lo viscoso, ese crecimiento que empezamos de golpe. ¿Es que siempre llegamos al mundo en la mitad de la película?
jueves, 21 de agosto de 2008
Libro de oro y libro de amor
Por una razón que me explico en sus parcialmente similares títulos, es que asocio estos dos volúmenes y en situación de compararlos me veo. Uno y otro, a las claras, son libros. Pero el primero va dirigido, pertence a los niños (que son de oro), y el segundo: a quienes les intriga eso que sería el amor...
Adentrémonos, relegando a Libro de Amor, en el de Oro de los Niños. ¡Es un libro fundacional, a decir de Gabriela Mistral, este Libro de Oro! Ella, en el prólogo que le escribió, lo remarca con la simpleza que la caracteriza: “La alegría que aquí van a recibir los muchachos se ha pagado carísimo, en dibujantes, en clisés, en papel especial; el gozo que aquí se ofrece a ellos cuesta lo que un parque inglés para juegos…” O bien, como añade más adelante ella misma: “Me dolerá toda la vida la masa plebeya y necia de dibujos o de cuadros que me dieron como alimento a los ojos […] Haga su camino el libro de bellas imágenes que no tuve la buena fortuna de poseer a los siete años, edad, de puro decisiva, sobrenatural.”
Este libro de oro, entonces, resalta por su calidad gráfica. Las ilustraciones y textos muestran la inocencia del pasado. Hoy en día, esta exaltación de Mistral, por un libro así, no me parece posible, como también imposible me parece que ella elogiara exaltadamente un trabajo editorial de los tiempos presentes! ¡Cuánto se ha avanzado !
El Libro de Oro parece una vaga sombra de lo que, hoy por hoy, se publica: Libro de Amor, por dar un ejemplo. En efecto, este último libro contiene un trabajo visual sorprendente, por sus hojas aparecen las ninfas de Boticcelli, de Rubens, de varios “grandes” de la pintura amorosa, clásica europea. Ante un marco visual tal, lleno de fieles y coloridas reproduciones pictóricas y “detalles” de las mismas, El Libro de Oro de los Niños parece una alpargata vieja. Pero no perdamos las proporciones, estas ediciones se llevan cincuenta y tantos años de diferencia. La una es de 1943 y la otra del 2007.
Sin embargo, cada cual se apoya en dos estilos de ilustración diferentes, siempre en acuerdo a sus medios tecnológicos. El de Oro se alia con la gráfica de vanguardia de su época, el cubismo o algo así, y el de Amor, con la reproducción fotográfica de obras cumbres de la pintura . En otras palabras, el de Oro no trata sino cuanto lo dejan sus propios medios, y así es una obra de lo más bonita y, como dijera Mistral: “La operación consistió en forzar la simplificación, en valorizar el color y recobrar la gracia de los primitivos, que andaba perdida.” Tanta inocencia perdida…
Libro de Amor, por otra parte, no cuenta con halagos tan sublimes, no obstante parecer un libro excelso, de costo de producción altísimo. Además, la demanda editorial pide amor que, parafraseando a Mistral, “anda perdido.”
Pero no por esto, el calce perfecto de Libro de Amor con la sobredemanda amorosa contemporánea, éste no vale, es malo, feo en el fondo, y prescindible. Por el contrario, es un libro precioso, encantador un trabajo que -con el tema del amor como telón de fondo- se da el gusto de ceñirse a una bibliografía extraña, poco taquillera, española a más no poder. De los autores más renombrados que se citan allí será Lope de Vega, Francisco de Quevedo. Pues a Francisco Delicado, Juan Pérez de Moya, es la primera vez que los oigo nombrar. Tal vez por este mismo hecho, el del amor en bocas prácticamente anónimas, es que Libro deAmor se nos hace curioso, interesante. Javier Azpeitía, el antologador en cuestión, con su trabajo ha hecho algo valioso, como el de darle una nueva cara a eso que llamamos amor.
Dicho esto, volvamos al principio. El Libro de Oro de los Niños, que recibió el saludo de dos madres de América, Juana de Ibarburu y Gabriela, es un libro que tiene de todo un poco. La educación de la infancia en aquella época, antes de necesitar un libro para cada cosa, debió de ser una empresa titánica, y no se podía sino intendar cazar cien pájaros de un tiro. Así, el libro de Oro se pasea por cuestiones poéticas y científicas, adivinazas y también mitología. Pensar en una reedición de este pedazo de oro suena a empresa loca. ¿Pero lo será tanto? ¿No es maravilloso percatarse de cómo hemos crecido y, asimismo, cómo lo hacen los libros? Si su reedición resulta absurda, su digitalización, pensando en los medios actuales, vendría como anillo (de oro, por supuesto) al dedo.
Adentrémonos, relegando a Libro de Amor, en el de Oro de los Niños. ¡Es un libro fundacional, a decir de Gabriela Mistral, este Libro de Oro! Ella, en el prólogo que le escribió, lo remarca con la simpleza que la caracteriza: “La alegría que aquí van a recibir los muchachos se ha pagado carísimo, en dibujantes, en clisés, en papel especial; el gozo que aquí se ofrece a ellos cuesta lo que un parque inglés para juegos…” O bien, como añade más adelante ella misma: “Me dolerá toda la vida la masa plebeya y necia de dibujos o de cuadros que me dieron como alimento a los ojos […] Haga su camino el libro de bellas imágenes que no tuve la buena fortuna de poseer a los siete años, edad, de puro decisiva, sobrenatural.”
Este libro de oro, entonces, resalta por su calidad gráfica. Las ilustraciones y textos muestran la inocencia del pasado. Hoy en día, esta exaltación de Mistral, por un libro así, no me parece posible, como también imposible me parece que ella elogiara exaltadamente un trabajo editorial de los tiempos presentes! ¡Cuánto se ha avanzado !
El Libro de Oro parece una vaga sombra de lo que, hoy por hoy, se publica: Libro de Amor, por dar un ejemplo. En efecto, este último libro contiene un trabajo visual sorprendente, por sus hojas aparecen las ninfas de Boticcelli, de Rubens, de varios “grandes” de la pintura amorosa, clásica europea. Ante un marco visual tal, lleno de fieles y coloridas reproduciones pictóricas y “detalles” de las mismas, El Libro de Oro de los Niños parece una alpargata vieja. Pero no perdamos las proporciones, estas ediciones se llevan cincuenta y tantos años de diferencia. La una es de 1943 y la otra del 2007.
Sin embargo, cada cual se apoya en dos estilos de ilustración diferentes, siempre en acuerdo a sus medios tecnológicos. El de Oro se alia con la gráfica de vanguardia de su época, el cubismo o algo así, y el de Amor, con la reproducción fotográfica de obras cumbres de la pintura . En otras palabras, el de Oro no trata sino cuanto lo dejan sus propios medios, y así es una obra de lo más bonita y, como dijera Mistral: “La operación consistió en forzar la simplificación, en valorizar el color y recobrar la gracia de los primitivos, que andaba perdida.” Tanta inocencia perdida…
Libro de Amor, por otra parte, no cuenta con halagos tan sublimes, no obstante parecer un libro excelso, de costo de producción altísimo. Además, la demanda editorial pide amor que, parafraseando a Mistral, “anda perdido.”
Pero no por esto, el calce perfecto de Libro de Amor con la sobredemanda amorosa contemporánea, éste no vale, es malo, feo en el fondo, y prescindible. Por el contrario, es un libro precioso, encantador un trabajo que -con el tema del amor como telón de fondo- se da el gusto de ceñirse a una bibliografía extraña, poco taquillera, española a más no poder. De los autores más renombrados que se citan allí será Lope de Vega, Francisco de Quevedo. Pues a Francisco Delicado, Juan Pérez de Moya, es la primera vez que los oigo nombrar. Tal vez por este mismo hecho, el del amor en bocas prácticamente anónimas, es que Libro deAmor se nos hace curioso, interesante. Javier Azpeitía, el antologador en cuestión, con su trabajo ha hecho algo valioso, como el de darle una nueva cara a eso que llamamos amor.
Dicho esto, volvamos al principio. El Libro de Oro de los Niños, que recibió el saludo de dos madres de América, Juana de Ibarburu y Gabriela, es un libro que tiene de todo un poco. La educación de la infancia en aquella época, antes de necesitar un libro para cada cosa, debió de ser una empresa titánica, y no se podía sino intendar cazar cien pájaros de un tiro. Así, el libro de Oro se pasea por cuestiones poéticas y científicas, adivinazas y también mitología. Pensar en una reedición de este pedazo de oro suena a empresa loca. ¿Pero lo será tanto? ¿No es maravilloso percatarse de cómo hemos crecido y, asimismo, cómo lo hacen los libros? Si su reedición resulta absurda, su digitalización, pensando en los medios actuales, vendría como anillo (de oro, por supuesto) al dedo.